Hija de la Luna; Así Comienza la Historia
I
No podía dormir, siempre le pasaba lo mismo… recordar el dolor una y otra vez, la sangre, sus manos llenas de ella…. Sentía ruidos a su alrededor, el miedo a la oscuridad terrible que desde bebé la había aterrorizado hasta el paroxismo próximo a la asfixia todo se concentraba en ese momento terrible y el picaporte de la puerta que parecía moverse y las sombras que la envolvían y…..
II
Sereno y tranquilo se movía en la oscuridad absoluta, esos ghouls estúpidos ni siquiera pudieran soñar con notarlo, él era al fin y al cabo un maestro en aquello de ocultarse. Por eso era tan amado entre los suyos, sabía lo que tenía que hacer, morder a una niña que el Príncipe adoraba, abrazarla e inducirle un dolor infinito, un dolor que borrara todo los sueños de esa niña y la condenara a la oscuridad eterna a la que ellos pertenecían…
III
Ella lo vio, con horror y fascinación… con curiosidad infantil y a la vez con las sensaciones extrañas propias de una adolescente que descubre su cuerpo, lo sintió hermoso a pesar de todo y él la agarro por las mejillas con ambas manos hasta cubrir casi la totalidad de su cara, sus pulgares, con una violencia que era seductora, echaron atrás su cabeza y su boca se acercó a su cuello y ella lo sintió desgarrador, terrible, inclemente; penetró la fina piel que recubría la vena palpitante que conecta su cerebro con su corazón y bebió. En ella todo se erizaba cada vello de su piel se levantaba hacia su violador reclamándole el placer inexplicable que aquel mordisco maldito producía, un placer que la hacía perder el conocimiento. El pánico le indicaba que en el momento en que alcanzara el máximo placer moriría irremediablemente y que esa muerte que amaba y que necesitaba desde la noche en que mataron a sus padres por fin le alcanzaría… a los ojos se cerraban, los oídos le zumbaban, la muerte había llegado… Bienvenida.
IV
La primera gota cayó en la lengua de la niña-mujer, y los ojos se abrieron, aferró la fuente con ambas manos y bebió, su violador quien le había regalado lo que ella creyó era la muerte le daba ahora de beber su sangre y ella famélica la tomaba, cada gota que resbalaba por su garganta la llenaba no de vida, sino de algo más sublime, más perfecto. Tal y como lo había deseado no estaba viva, lo curioso es que tampoco había muerto. Era perfecto ella ahora podía administrar la muerte… al menos eso era lo que sentía.